Entre las ayudas que conseguían en los países vecinos, las que aportaba el Norte y las obtenidas de bombas y granadas sin explotar de Estados Unidos permitían un limitado suministro de material explosivo para fabricar bombas y trampas bombas. El armamento era una prioridad y las demás necesidades ocupaban un segundo plano, casi opuesto al bando enemigo, donde la superioridad logística de las tropas extranjeras no acarreaba más que envidia y odio, y con ella ganas de golpear con más fuerza. Un ex miembro del Vietcong recordaba:
Nuestros oficiales de inteligencia decían que los norteamericanos tenían filetes, cerveza y helados en sus bases, y que la guerra sólo les ocupaba parte de su tiempo. Llevábamos la guerra sobre nuestras espaldas donde quiera que fuésemos, con o sin armas. A diferencia de ellos teníamos pocas medicinas y ningún hospital cuando nos herían.
Además, su adaptación al terreno les permitía vivir escondidos o trabajando durante el día y por la noche realizar todo tipo de ataques empleando el terreno y la vegetación para acosar a su enemigo. De esta forma la noche realmente les pertenecía, porque durante esas horas, eran ellos quienes dominaban el terreno.
Su contacto y cercanía con la población local les permitía tener acceso a alimento e información. Antes de seleccionar un objetivo los comandantes de regimiento enviaban un explorador que tomara contacto con la población local y prepararan la entrada, el ataque y la retirada. Si las tres acciones se consideraban posibles se realizaba el ataque. Estos muchas veces consistían en oleadas humanas, pero si se tenía cuidado en no desperdiciar vidas humanas y limpiar el terreno de cadáveres para poder honrarlos con una ceremonia cuando la operación terminara.
La cadena de mando de los vietcong funcionaba como la de cualquier ejército o incluso mejor. Tanto es así que sorprendieron a los estadounidenses organizando ataques a nivel de división. Una unidad atacaba a otra inferior en número y cuando se solicitaban refuerzos para repeler la agresión, las fuerzas enviadas eran atacadas por una unidad aún mayor que la primera. Así se conseguía aumentar la impaciencia en auxiliados y auxiliadores contribuyendo a la victoria y al derrumbe de la moral, esta fue una de las causas por la que fracasó
Los guerrilleros no eran comunistas en su mayoría, ni siquiera eran hombres en su totalidad. Cuando alguna unidad estaba escasa de efectivos reclutaban mujeres que combatían con la misma fiereza que sus compañeros masculinos. Esta fiereza, determinación y renuncias sorprendió mucho a los estadounidenses, a menudo llegados al sureste asiático por un reemplazo. Incluso tiempo después los antiguos miembros de aquella fuerza guerrillera también ven con asombro su abnegación:
Realmente no sé cómo pudimos aguantar todos aquellos años. No había nada que hacer excepto luchar y seguir luchando una vez tomada la decisión. Los soldados norteamericanos tenían suerte. Regresarían a sus casas, a miles de kilómetros, una vez terminada su tarea. Nosotros no teníamos nada, excepto la tierra, nuestra tierra. Si nos rendíamos, no tendríamos nada. Posiblemente, en el fondo de nuestros corazones, les odiábamos.
Incendio de un campo base Vietcong de parte
de soldados Estadounidenses durante la guerra
de Vietnam.
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