Será una pelea entre un elefante y un tigre. Si el tigre se queda quieta el elefante lo aplastará sin remedio; pero el tigre nunca se quedará quieto. Saltará sobre el lomo del elefante arrancándolo grandes trozos de carne para esconderse después en la jungla. Así el elefante morirá desangrado.
Este frase encierra la esencia cruel y a veces atroz de aquella guerra, como suelen ser todas las guerras de guerrillas, un miembro del Viet Cong lo explicó claramente:
Nuestros camaradas no sentían pena. Sabían que tenían que matar tantos norteamericanos como fuera posible. Se nos había dicho que masacráramos tantos soldados imperialista como pudiésemos ya que, si ascendía el número de norteamericanos muertos, el pueblo estadounidense – al que no gustaba esta guerra- derrocaría a su gobierno.
Así mismo la frase anterior contiene otras de las bazas que supo jugar extraordinariamente el pueblo vietnamita: la utilización del terreno en su propio beneficio. En la jungla podían ocultarse sin ser vistos ni tan siquiera por visores luz de estrella o de infrarrojos, podía crear refugios más o menos seguros y podían esconderse tras una emboscada o para huir de una acción de búsqueda y destrucción. Los vietnamitas sabían utilizar la hostil selva en su beneficio, algo que los estadounidenses no llegaron a comprender del todo, como demuestra el deseo de terminar con la vegetación con desfoliantes o convertir en terreno en un cenagal baldío a base de bombas.
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