Probablemente pocos conflictos hayan tenidos tantas repercusiones en
la Historia contemporánea como el de Vietnam y también pocos han atraído más atención de novelistas y sobre todo cineastas.
En Estados Unidos
Los bombardeos masivos, el uso de prostitutas francesas y la crueldad de la guerra retransmitida por vez primera por los medios de comunicación terminaron de cambiar la imagen que aún había en muchos países de EE.UU. y especialmente la que tenían los estadounidenses de sí mismos. La imagen de un país enorme aplastando a otro pequeño y la de sus soldados cometiendo matanzas fuera y dentro resultaron demoledoras, dejando aplastado (pero no muerto) el espíritu del Destino Manifiesto. En las elecciones de 1968 un presidente dedicado a las reformas sociales como Lyndon Johnson se enfrentó a fuertes desafíos por parte de dos demócratas opuestos a la guerra: los senadores Eugene McCarthy y Bob Kennedy (hermano del asesinado presidente Kennedy y asesinado también al final de la campaña). El 31 de marzo, en vista de una humillante derrota en las encuestas de opinión pública y de la incesante prolongación del conflicto en Vietnam, Johnson se retiró de la contienda presidencial y ofreció negociar el fin de la guerra. La reelección de Nixon en 1972 provocó un éxodo masivo de ciudadanos descontentos a países como Canadá.
La oposición a la guerra se extendió dentro y fuera de Estados Unidos entre la juventud, siendo una de las causas de los movimientos contra el sistema, como el movimiento hippie. Las universidades estadounidenses fueron escenario de manifestaciones de protesta contra la implicación de Estados Unidos en esta guerra no declarada y, en opinión de muchos, injustificada. Hubo encuentros violentos entre los estudiantes y la policía con masacres. En octubre de 1967, 200.000 manifestantes marcharon frente al Pentágono, en Washington DC, exigiendo la paz, siendo uno de los puntos más álgidos del movimiento pacifista. También es cierto que dicha situación coincidió con uno de los momentos de máxima prosperidad económica con una gran demanda de empleo, lo que confería mucha seguridad a la juventud y posibilidades de cambiar modas y costumbres.
La firma de los acuerdos de paz en París no fue una salida con honor, como pretendía Nixon, como demostró después la sensibilidad de la sociedad estadounidense hacia los desaparecidos en combate y, en décadas posteriores, a todos los que evitaron el conflicto por uno u otro camino. Además la contienda dejó centenares de miles de soldados con una amplia adicción a las drogas y afectados por los efectos del agente naranja usado durante la guerra, que lograron décadas después la prestación sanitaria gratuita o la supresión de barreras arquitectónicas.
El ejército estadounidense afirmó siempre que había luchado como debía, y si no logró la victoria fue por tener las manos atadas a la espalda, teniendo que llevar a los periodistas al mismo frente, no pudiendo emplearse como deseaba, etc. Pero el trauma de Vietnam duró mucho más a los militares que a la sociedad en general. Así las referencias a esta contienda en cualquier guión de cine que requiera ayuda del Pentágono son discutidas hasta la saciedad incluso con amenaza de romper la colaboración si no se atiende a sus demandas como fue el caso de Oficial y Caballero sobre las canciones que cantaban los cadetes sobre los niños y el napalm, o T.A.P.S. Más allá del honor donde hubo que cambiar los diálogos, el final y la actitud del capitán de la Guardia Nacional porque se estrenaba diez años después de la matanza de Kent State y podía recordar al hecho (los productores necesitaban los carros y los helicópteros), o en el mismísimo James Bond, unos treinta años después de terminar el conflicto, los guionistas tuvieron que suprimir una frase sobre la posibilidad de comenzar otra guerra contra Vietnam si era descubierto y "puede que esta vez ganemos".
Para Vietnam
La victoria frente al capitalismo no trajo la paz a Vietnam, como el cambio de nombre de su fiesta nacional por Día de la Paz pudiera hacernos creer. Pocos años después la nación invadía Kampuchea y los hombres de las balsas (refugiados) siguieron aumentando sin que ningún país quisiera hacerse cargo de ellos. Aunque la invasión de su vecino trajo la liberación de los camboyanos de su régimen maoísta, una de los más sanguinarios del planeta sino el que más, no logró la paz. Las luchas contra lo que quedaba de los Jemeres Rojos se prolongaron durante más de una década, con continuos anuncios de retirada que se aplazaban o no se cumplían, hasta que en los años 90 se celebraron elecciones en aquel país (ver Historia de Camboya).
El antiguo Vietnam del Norte perdió el 70% de su infraestructura industrial y de transportes, además de 3 000 escuelas, 15 centros universitarios y 10 hospitales.
El medio ambiente vietnamita quedó profundamente dañado por la utilización del Agente Naranja que desfolió grandes extensiones de selva que no han vuelto a recuperarse por la invasión del bambú y otras plantas. Pero peor aún fueron los efectos en la población de esas sustancias, aparentemente inocuas para los humanos, con miles de abortos prematuros, esterilidad (especialmente dolorosa para las mujeres de medios rurales) y nacimientos con malformaciones, a lo que debe añadirse todos los hijos ilegítimos de rasgos caucasicos y africanos dejados en la pobreza y marginación por los soldados de Estados Unidos.
Así mismo han causado muchos daños a la agricultura, muertes entre los campesinos y amputaciones (especialmente a niños) los miles de explosivos, municiones y minas sin estallar ni retirar en los bosques y arrozales. Estos efectos provocaron la bajada de producción en las explotaciones agrícolas y el aumento de la población urbana que huía del campo, convertido en campo de batalla. Se han contabilizado 10 500 000 refugiados; creando unas pérdidas de 200 000 millones de dólares.
También es verdad que, aún acallados por la censura oficial, muchos vietnamitas echaban de menos los tiempos de los "yankis" y su dinero. Pero con la apertura de relaciones diplomáticas en los años 90 y la ayuda económica estadounidense se han producido situaciones de cierto desconcierto ante tanta generosidad.
Las enormes infraestructuras de túneles excavados por todo Vietnam ahora forman parte de las atracciones que visitan los turistas. Se pueden ver las entradas camufladas, recorrer sus galerías, sentarse en las selvas de reuniones e incluso disparar las Ak-47. Este turismo de guerra ha contribuido a levantar la economía del país, muy debilitada tras la caída de la URSS.
Para el resto del mundo
La constatación de que un pueblo pobre, pero muy motivado podía derrotar a la mayor potencia mundial empleando la guerra de guerrillas caló muy hondo en la mayoría de los países. Hasta el punto de considerarse el medio definitivo de lucha de las naciones pobres contra las ricas, cosa de la que se han apartado después movimientos como el de los Sin tierra americanos.
Una nefasta consecuencia de aquella guerra fue la falta de atención prestada por Occidente al genocidio camboyano por ser un pueblo subdesarrollado que había logrado derrotar también a un aliado de Estados Unidos; por lo tanto, en la mentalidad izquierdista/revolucionaria, no podía ser malo o si lo fuera las informaciones aportadas por organizaciones como Amnistía Internacional se calificaban de falsas o manipuladas por los servicios de inteligencia estadounidenses.
Se puede decir que el Ejército de Estados Unidos aprendió muchísimo de lo vivido en Vietnam. Aunque los políticos de aquel país tuvieron cuidado después en no hacer combatir a sus asesores al lado de las fuerzas locales en regiones como Centroamérica, la experiencia obtenida en el sudeste asiático sirvió para formar a las fuerzas de países como El Salvador, Guatemala, Honduras, etc y ser una de las causas para lograr detener los movimientos guerrilleros de ideología comunista en Centroamérica que preocupaban a Estados Unidos décadas posteriores. En esa región sólo Nicaragua venció en su revolución.
Dentro del continente africano sólo en Etiopía venció una revolución marxista en 1977. La famosa e ineficaz línea McNamara fue puesta en práctica nuevamente en Sahara Occidental para frenar los ataques del Frente Polisario que a punto estuvieron de derrotar por completo a Marruecos. Estos muros de separación entre el llamado Sahara Útil y el resto del desierto emplean la misma tecnología de sensores de movimiento, detectores de personal y baterías tras las barreras físicas que la utilizada en la Zona Desmilitarizada; pero la experiencia obtenida permitió mejorar acertadamente la táctica empleada en la selva y supusieron una de las razones para que Marruecos lograra contener al Polisario..
En Europa ni ELA en Grecia ni el Dev Sol en Turquía lograron imponerse.
Por último, en Asia y Oceanía ningún movimiento marxista alcanzó el éxito de los vietnamitas.
Tras el descalabro de Vietnam las distintas administraciones estadounidenses trataron de evitar la participación directa en cualquier conflicto, especialmente en América. Así mismo, cuando estas se llevaron a cabo los distintos gobiernos reaccionaron con cierta rapidez; la Administración Clinton retiró a tiempo a las fuerzas enviadas a Somalia para evitar que aquella intervención se sintiera como una nueva derrota. En la década anterior, el presidente Ronald Reagan retiró del Líbano a sus fuerzas tras el atentado suicida en Beirut.
La utilización masiva del helicóptero en una guerra asimétrica se demostró correcta, pese a la derrota final. Tanto es así que en los conflictos posteriores de los años 80 y especialmente en siglo XXI se han empleado masivamente. En las Invasiones de Irak y Afganistán se han demostrado como el mejor método para combatir a un enemigo disperso y extremadamente móvil en la llamada Guerra contra el Terrorismo. Así la mayoría de los ejércitos de principios del siglo XXI tendieron a reforzar y diversificar sus flotas de helicópteros frente a los llamativos, pero menos eficaces cazas y bombarderos.